En el primer trimestre del año 28.719 viviendas han sufrido un robo con fuerza. Son un 4,9% más que los cometidos en el mismo periodo de 2017, según la estadística de criminalidad del Ministerio del Interior. En la Comunidad de Madrid se han incrementado un 5,9% y en Cataluña el alza ha sido del 16,9%. Aunque la cifra podría ser mucho más alta, «ya que no se contabilizan los robos sin fuerza o sin evidencias de haber sido forzadas, los que no se denuncian o los que se dan en ciudades de menos de 50.000 habitantes. Con todo, «se producen unos 13.452 robos con fuerza al mes», calcula Juan Antonio Díaz, de Prevent. Por otro lado, se estima que en España puede haber entre 85.000 y 90.000 viviendas okupadas de manera ilegal.
El verano es la época en la que más se roba y más se okupa. Puede tener algo que ver que la seguridad de las viviendas deja mucho que desear. Por ejemplo, ¿cuántos propietarios saben que tienen que cambiar la cerradura cada cierto tiempo? «Ahora existe una mayor sofisticación a la hora de forzar puertas y cerraduras con métodos que logran la apertura sin el empleo de fuerza aparente, como el bumping, el impresioning o el resbalón», indica David Trejo, responsable técnico de la división de seguridad de Lasser. El bumping, por ejemplo, es un procedimiento que se hace en un tiempo que va de 30 a 60 segundos y es «limpio, silencioso, no deja señales de fuerza y la cerradura se mantiene intacta», recalca Andrés Fontán, de Fontán Cerrajeros. La Unión de Cerrajeros de Seguridad (UCES) estima que el 80% de las cerraduras instaladas en las viviendas españolas están obsoletas y son vulnerables frente a las nuevas técnicas de robo. «Igual que renovamos nuestros vehículos o electrodomésticos, debemos hacerlo con las cerraduras. Una con más de 20 años difícilmente ofrece altos niveles de seguridad», cuenta Díaz, de Prevent. Y lo que es peor. «Tras el robo, las aseguradoras envían al cerrajero de turno, que vuelve a colocar un sistema de cierre tan deficiente como el que ya tenía el asegurado», critica Fontán.
Si la cerradura principal es de un solo punto, hay que sustituirla por otra de tres, cinco o siete puntos de anclaje. Y mejor si se instalan cerraduras antibumping, que cuentan con complejos sistemas de pistones que hacen muy difícil el ganzuado. Otra solución eficaz son las cerraduras invisibles, que se instalan en el interior de la puerta y se abren a través de un mando. No son visibles desde el exterior y no disponen de bombillo que se pueda forzar. Incluso segundas o terceras cerraduras o cerrojos de alta seguridad son elementos interesantes si no se puede pagar una puerta blindada o acorazada nueva. Comprar seguridad es comprar tiempo. «A partir de 350 euros, con un buen bombillo de alta seguridad y un buen escudo acorazado ya podemos hablar de una resistencia de 20 minutos en la puerta principal», comenta el perito judicial en cerrajería Andrés Fontán.
Si el presupuesto da para sustituir la puerta, las mejores son las homologadas y certificadas grado 4C o grado 5C con detección anticipada del intento de robo, cuyo coste está entre 3.000 y 7.000 euros. «Tiene la resistencia física del escudo acorazado y un alarma en su interior que se dispara antes de que el ladrón entre en la casa, cuando está atacando la puerta o la cerradura. Deberá ir acompañada de un bombillo de alta seguridad», prosigue.
El otro flanco débil son las ventanas y balcones. Hay que colocar láminas de seguridad para reforzar los cristales, cerraduras y bloqueos para ventanas, persianas de seguridad autoblocantes y rejas de alta seguridad.Además de los sistemas pasivos, no hay que perder de vista la seguridad electrónica, como alarmas con detectores magnéticos en puertas y ventanas que alertan de su apertura; los detectores volumétricos, que avisan de movimientos; o detectores de rotura de cristal en las ventanas. «También existen barreras invisibles que pueden crear un perímetro de detección que no se ve (infrarrojos, microondas…), especialmente indicado para unifamiliares con jardín», dice Trejo.
Las cámaras siguen siendo un elemento interesante por su poder disuasorio. Los sistemas de alarma con videoverificación, en caso de intrusión, además de detectar un salto de alarma en remoto, permiten confirmar visualmente el asalto mediante el envío de imágenes, vídeos o con la conexión con el Central Receptora de Alarmas.
Sistemas domóticos
Un paso más son los sistemas domóticos, que permiten además que la casa se comunique con sus propietarios a través del móvil. Simular que la vivienda no está desocupada durante unos días es una de las medidas más útiles. «Una casa inteligente permite que en determinadas horas se enciendan algunas luces, así como alguna zona de audio reproduzca música y las persianas suban y bajen de igual forma como si los propietarios siguieran con su rutina», dicen en Loxone, expertos en la industria Smart Home. Y tranquilizador es el vídeoportero, que hace una fotografía de la persona que está llamando a la puerta y la envía al smartphone del propietario.
Cuando se trata de evitar la okupación lo más importante es ganar tiempo. Además de rejas, cerraduras o puertas, es imprescindible detectar la intrusión. «Si los okupas llevan menos de 48 horas en la vivienda, la policía podrá desalojarles si necesidad de una orden judicial. La solución más eficaz siguen siendo las alarmas, para poder desalojar a los okupas de inmediato y sin necesidad de un procedimiento judicial», explica Juan Antonio Díaz, de Prevent.La instalación de una alarma sirve de prueba inequívoca de que se trata de un allanamiento. «Con este sistema ganamos un tiempo precioso y deja un registro temporal con el que evitamos que los okupas puedan justificar un tiempo mínimo de estancia», dice David Trejo, de Lasser. Pueden ser utilizadas en viviendas sin corriente eléctrica, ya que son sistemas autónomos.